SER DE CABALLERÍA, POEMA INSIGNE DE LOS DRAGONES DE MÉXICO

"...Ser de caballería es más que un PRIVILEGIO, 

es principalmente una pesa RESPONSABILIDAD..."


    El ser de caballería no es simplemente portar el uniforme y las botas características, con los acicates plateados (para Generales, Jefes y Oficiales) o dorados (usados por la clase de tropa y los Cadetes). Existe una mística plasmada en el poema que presentaremos a continuación, el cual define punto por punto, en un tono épico, lo que significa cargar con el cielo en los hombros y tener solo a Dios como ser más alto cuando el dragón monta su caballo.

    Ser de caballería es ser amo de dualidades y esclavo de vicisitudes, señor y siervo, rey y esclavo, poeta y bohemio, leal y atrevido, es un ser que se acepta como diferente, sin ser ni MEJOR ni PEOR. Es distinguirse en la exaltación de lo positivo y rechazar lo negativo.

Sin más preámbulo, a continuación, el lector tendrá la oportunidad de leer y analizar lo que significa "SER DE CABALLERÍA":


                "Ser de Caballería es más que un privilegio, es principalmente una pesada responsabilidad. Quien no sepa medir la verdadera extensión de esta responsabilidad y quién no fuera capaz de amarla arrebatadamente: ¡media vuelta! Solo así no vendrá a ser un pigmeo entre gigantes.

 

                Ser de Caballería, no es ser mejor o peor que los demás como ya es clásico afirmar, es ser diferente. Diferente con espontaneidad y sin arrogancia, con discreción y sin maldad. Diferente en todo lo que pueda reflejar las extraordinarias facetas del aguerrido espíritu del arma.

 

                Ser de Caballería, es tener vocación para la búsqueda de lo infinito y familiaridad con los influjos de lo eterno. Por la gloria, el de Caballería se supera, pelea y se sacrifica hasta llegar, por lo menos, a las cercanías del infinito. Por la tradición, él se modela, se robustece, actúa y reacciona bajo la inspiración de la perpetuidad que es el fundamento existencial del arma.

 

                Ser de Caballería, es perseguir un ideal que si no ofusca, que si no quebranta, que si no combate al rigor y a los látigos de formidables borrascas que sobre él se lanzan, rugen, revientan con furia, con accesos de ira incontrolable, de tiempo en tiempo. ¡Que le importan al sol las negras, densas y siniestras nubes de la tormenta!

 

                Ser de Caballería, es ser de la astucia, enamorado; de la bravura, amante; de la audacia, apasionado; de la iniciativa, siervo. Es hacer del peligro la sublime locura que en desenfrenado galope conduce a la luminosidad del heroísmo.

 

                Ser de Caballería, es hacer de la renuncia, un credo; de la resignación, un apostolado; la renuncia es la inagotable fuente de energía que mantiene encendida la llama interior del de Caballería y que lo identifica a su vida, sin más recompensas que aquellas que le son proporcionadas por la serena certeza de vivirla intensamente. La resignación acondiciona su alma, para cambiar las espinas por flores y para vencer el virus del desaliento que le es inoculado por la incomprensión, no obstante, su valía y por el cortejo de laureles, de éxitos y de recompensas que ve a su alrededor pero que le son negados.

 

                Ser de Caballería, es amar con exaltación al caballo, en una mezcla de amistad y acompañamiento por su capacidad de pagar con afecto, el afecto que le es dedicado, por la nobleza de su cooperación para las glorias imperecederas del arma. Es amar al caballo enfrentando con altura la onda del desdén que emana de motores que no viven, que no vibran, y que no solo roncan, sujetas a las serpentinas de los buenos caminos, mientras sus corazones metálicos fuesen capaces de alimentar con combustible sus venas metálicas.

 

                Ser de Caballería, es ser al mismo tiempo, monarca y esclavo. Monarca de espacios libres y profundos, de agrestes y ásperas veredas en los cuales, al despecho de las fantasías modernistas, el arma de la movilidad táctica por excelencia tiene su habitáculo; transformándose en fantasmas adquiere el mágico poder de la leyenda. Esclavo del penoso tributo a ella impuesto, solo comparable a la belleza de sus misiones clásicas antes durante y después de la batalla, en el holocausto de la victoria final.

 

Ser de Caballería es antes que nada y a pesar de todo nacer, vivir y morir:

Siempre de Caballería."



HERÁLDICA DEL ESCUDO DE CABALLERÍA


 

La Marcha Dragona

 

Durante la última década del siglo XVIII y aún bajo el periodo de transición que sobrevino a la Revolución Francesa, un sacerdote de la compañía de Jesús, organista de la catedral metropolitana de México, produjo las notas solemnes y marciales de la que mas de un siglo después, habría de llamarse “Marcha Dragona”.

 Este sacerdote solía arrancar al órgano de la catedral, las notas de su melodía, elevándolas a manera de oración personal, como un preludio de la solemnidad del Tedéum.

 Durante la Guerra de Independencia, la melodía se popularizó entre las trompetas insurgentes por la marcialidad de sus notas, aunque no adquirió entonces aceptación oficial, quizá porque para el pueblo en común era casi música sacra.

 Sin embargo, el significado religioso se perdió pronto y en 1825, cuando el Capitán Narciso Sort de Sans, agregado al 4/o. Batallón permanente recibió el encargo de escribir y arreglar los toques militares para el Ejército de la incipiente República Mexicana, nació oficialmente el toque No.1 para las unidades de Caballería, bajo el nombre de “Marcha”.

 Dicho toque sólo contuvo la parte cuya ejecución fue posible a las sencillas trompetas sin pistones y solo la tradición hizo posible conservar, entre los conjuntos musicales militares, la composición del organista jesuita.

 La identidad entre el toque y las fuerzas de Caballería llegó muy rápidamente a través de las celebraciones gloriosas de la independencia patria, los disturbios interiores frecuentes, las campañas del General Antonio López de Santa Anna, de la invasión norteamericana, etc., pero sólo hasta la época de 1862-1867, durante la intervención francesa, el toque y el pueblo se identificaron profundamente, haciéndose parte integrante de todo conjunto montado, dada la intensa actividad que tuvo la Guerra de Guerrillas, el toque se ejecutó en todos los confines del país.

 Con Maximiliano de Habsburgo, llegaron procedentes de Australia y Francia, los instrumentos necesarios para bandas militares de estilo europeo y después de 1867, los leales vencedores integraron con aquellos, sus propias bandas militares, haciéndose desde luego varios intentos de instrumentaciones oficiales del vibrante toque guerrero, cuyo origen litúrgico había sido ya olvidado.

 Durante el gobierno del General Díaz, el maestro Isaac Calderón, hizo la instrumentación oficialmente aceptada para el Ejército Federal, llevándose en tales condiciones a su país y a sus calles sirvieron de marco a la Caballería Mexicana, cuyas resonantes pisadas pusieron fondo a las vibrantes notas de la ya entonces “Marcha Dragona”.

 El éxito que logro la composición fue absoluto y años después el gobierno Alemán solicitó del de México, autorización para que la altiva Caballería Prusiana ejecutara la “Marcha Dragona”, como pieza selecta de su mejor repertorio.


En el siguiente vídeo puede ser escuchada la interpretación de la Marcha Dragona, por la Banda de Música de la Secretaría de la Defensa Nacional